Los maestros expedicionarios de Medellín recorren hace nueve años las escuelas para resaltar el trabajo de sus compañeros y crear una nueva escuela para la formación del maestro y la construcción de nuevos saberes: la Escuela Expedicionaria.
Zavil Palacio Campillo, maestra de básica primaria de la antigua escuela rural Altavista, al occidente de Medellín, quiere que sus estudiantes se sientan protagonistas de su formación y la de su comunidad.
Para lograrlo trabaja en un proyecto piloto denominado Campamento Artic, donde los niños, equipados con una computadora portátil del tipo Classmate, salen a recorrer las calles, los parques y los hogares del corregimiento para compartir con los vecinos los conocimientos de la escuela.
Esta maestra es una de las nueve expedicionarias que conforman el movimiento Escuela Expedicionaria de Medellín, un grupo que trabaja en diferentes lugares, en su mayoría zonas de escasos recursos económicos, y que implementan en su práctica docente actividades innovadoras como los recorridos urbanos para que la ciudad se convierta en el aula de clase integral para formar a los estudiantes.

Para estos maestros, la formación expedicionaria comenzó en el 2000 con una convocatoria de la Secretaria de Educación de Medellín y el comité operativo de la Expedición Pedagógica Nacional, la cual conocieron de diferentes formas y a la que asistieron atraídos por realizar un viaje por las escuelas de Medellín.
Además, por la necesidad de un trabajo alterno a su desempeño en el sector oficial que mejorara su situación económica. Sin embargo, muchos de los convocados al darse cuenta de que el trabajo era voluntario decidieron no viajar.
Beatriz Eugenia Borja, maestra expedicionaria y quien ejerce su profesión en la Institución Educativa Vallejuelos, en la vía a San Cristóbal, llegó a Expedición luego de leer un afiche en la Universidad de Antioquia donde se convocaba a maestros con perfil investigativo, disposición de tiempo e interés por conocer.
“Yo quería desentrañar lo que era realmente porque invitaban a tener una mirada diferente a la que nos han enseñado, no a mirar la escuela como el espacio a donde los muchachos tienen que llegar y aprender contenidos, sino a analizar lo que la educación estaba generando en ellos, más allá de esas cuatro paredes y lo que generaba en sí en el maestro, en su ser”, dice Beatriz Eugenia.
Grupo de viaje
Inicialmente se organizó un grupo de 24 maestros quienes, después de unas capacitaciones, emprendieron la tarea de viajar por las escuelas, los colegios, las instituciones formadoras, los corregimientos y la ciudad para contemplar, reconocer y resaltar las prácticas pedagógicas de maestros que se atrevieron a proponer actividades diferentes a las establecidas por el currículo, por las teorías educativas y por las políticas publicas.
Más allá de un viaje físico, estos maestros expedicionarios realizan un desplazamiento a través del pensamiento, en un continúo reflexionar sobre el quehacer del maestro, el papel de los niños y sus padres.
Ese viaje es, según ellos, la metodología esencial para formarse y formar humanos capaces de analizar lo que el mundo les ofrece y de decidir sobre lo que les favorece o no.
“Mi misión es mostrarles a los niños que siempre se pueden buscar soluciones pacificas a los conflictos”, afirma la maestra Zavil Palacio Campillo.

En ese recorrido por las escuelas los maestros expedicionarios descubrieron que hay muchas formas de ser maestro y de vincularse en la transformación de la escuela y la comunidad. Conocieron compañeros con gran sensibilidad social, comprometidos con la formación de sus estudiantes y de otras personas que se atrevieron a proponer prácticas pedagógicas impulsadas desde la escuela para integrar a los niños, jóvenes y padres de familia.
Luz Gabriela Montoya, anfitriona de la expedición en Castilla y quien preocupada por la situación de violencia del barrio, creó un espacio cultural y artístico en la I. E. Alfredo Cock Arango, donde invita a los actores del conflicto a abandonar la delincuencia y a buscar alternativas que les permitieran integrarse a la comunidad.
El grupo llamado “Renovación” está conformado por los niños, los jóvenes y sus padres de familia quienes se unen a través del arte, comparten sus problemas y les buscan soluciones, dándole un nuevo sentido a sus vidas y transmitiendo esperanza a los demás.
Para los niños, cada espacio de la escuela se transforma, se llena de afecto y de nuevos significados, según lo expresa un estudiante del Alfredo Cock: “este saloncito, en el que guardamos el vestuario, es nuestro rincón secreto y mágico, de él nacen obras personajes y hechizos”.
Son seres visionarios que encuentran en una quebrada, un parque o una calle, un aula para formar a sus estudiantes y para enriquecer los propios conocimientos.
“Las relaciones con el entorno no están medidas por el horario de clase, la pedagogía no es una camisa que se pone en la mañana y se quita al final de la jornada, el maestro sale de la escuela mirando la realidad que lo rodea, planeando cómo enriquecer la práctica”, afirman los expedicionarios de Medellín en el texto La geopedagogia: escenario e intersticio, confluencias y desencuentros.
Después del viaje, los maestros sienten la necesidad de crear un espacio para analizar las experiencias y los aprendizajes adquiridos, se comparten con otras personas y se construyen nuevos saberes que enriquezcan su trabajo.
Para Elsi Patiño Salinas, otra maestra expedicionaria, la Escuela Expedicionaria es “un espacio que no tiene muros ni puertas, se proyecta en cualquier lugar y momento donde sus integrantes reflexionen y construyan estrategias en torno a la educación”.
“Reconocer al otro como es y respetarlo es el comienzo de una mejor calidad de vida para todos, en medio de este mundo indiferente, segmentado y problematizado”, puntualiza la maestra expedicionaria Margarita Núñez.